CÓMO SE DEBE REALIZAR UN RETRATO JUDICIAL

{ Posted on 11:05 by Patricia Càceres }
FOTOGRAFIA FORENSE


Alphonse Bertillon (1853-1914) trabajó para el Servicio de identificación judicial iniciando el uso de la «antropometría descriptiva», conjunto de datos que constituyen la ficha personal de todo individuo que permite, llegado el caso, identificarlo. En 1888, fue nombrado jefe del servicio fotográfico de la Prefectura de Policía de París. Su obra, La Photographie judiciaire (1890), consagra el método de la «antropometría» con el que se inicia la ficha descriptiva con el doble retrato, de frente y de perfil (ya utilizado en antropología) y permitiendo una descripción muy precisa (nariz, ojos, orejas...) para la confección del «retrato hablado». El uso de la fotografía para fines judiciales y policiales, que se remonta al menos al fichaje de los Partidarios de la Comuna francesa de 1871, no dejó de presentar polémicas y debates sobre su función real y su oportunidad (la fotografía recién fue obligatoria en los documentos de identidad a partir de octubre de 1940). El texto de Bertillon que proponemos aquí no es sólo una justificación de la importancia de su método; abre perspectivas sobre la naturaleza del retrato, la semejanza, la memorización de los trazos, las modificaciones debidas a la vejez presentando, con una fría lucidez, la codificación descriptiva del individuo.

1. De la pose y la iluminación del modelo.

Pose del modelo. – Entendidos y conocedores con más autoridad en la materia que nosotros, hicieron Fotografía artística y trataron anteriormente en la Biblioteca fotográfica el tema concerniente a la pose y a la expresión del modelo. En fotografía judicial, para ver una solución clara y precisa, basta con dejar de lado cualquier consideración estética y sólo ocuparse del punto de vista científico y especialmente del policial.

Las reflexiones realizadas en las próximas líneas, que pretenden ser innovadoras, son tan viejas como el arte mismo. Los descubrimientos de la ciencia contemporánea permiten, simplemente, dar una demostración más precisa.

Todos los amantes de la fotografía conocen la hermosa serie de clichés instantáneos que el señor Nadar hijo tomó durante la entrevista realizada a Chevreul, con motivo de los festejos de su centenario. Sin preocuparse sobre el porte y la expresión, como simples visitantes, las personas están ubicadas una frente a otra, hablando tranquilamente sobre cuestiones científicas y filosóficas que resultaban para ellos las más familiares. Un taquígrafo, ubicado junto a los operadores, registraba las palabras que intercambiaban señalando el término preciso pronunciado en cada uno de los sucesivos disparos.

Estamos aquí en presencia de una de las más interesantes colecciones de fotografías humanas realizadas a partir del empleo del gelatinobromuro de plata.

Supongamos que usted esté autorizado a guardar, como recuerdo, una de las pruebas de esta colección, como una típica fotografía del señor Chevreul. Resulta evidente que su elección no recaerá sobre las poses excéntricas, extraordinarias, que sólo duran una fracción de segundo y que, por eso mismo, escapan a la rapidez de percepción del ojo. Elegirá, da acuerdo a nuestro parecer, las poses semi reposadas, las más representativas de la serie, las que reproduzcan, más exactamente, la imagen mental e ideal de las que usted desearía conservar un ejemplar.

El problema se asemeja mucho al encontrado en las fotografías de los caballos del señor Marey y de sus imitadores. Unánimemente reconocemos el error de algunos pintores que para aferrarse a la naturaleza, osaron transportar, sin elección en sus composiciones pictóricas, las combinaciones extraordinarias de movimiento encontradas en las fotografías instantáneas. Aunque estemos prevenidos y aún íntimamente convencidos de que las poses excéntricas que presentan ante nuestros ojos están calcadas de la naturaleza, nuestro intelecto desviado no alcanza, a pesar de sus esfuerzos, ha encontrar el porte con el que, hasta ese momento, se presentaba el caballo ante nuestra vista. La imagen sometida a examen nos impresiona mucho menos, desde el punto de vista estético, lo que realmente nos interesa es la relación científica.

El pintor de un retrato efectúa idéntico trabajo de composición luego de largas horas de pose en el que realiza física y moralmente un conocimiento íntimo de su modelo. ¿Alcanza a dar a su obra, al mismo tiempo, toda la vida y la semejanza requeridas? ¿la imagen obtenida merecería la calificación de más parecido que el mismo modelo? Debemos admitir que no es realmente exacta a las sucesivas imágenes ofrecidas por el modelo durante la pose y que un objetivo ideal hubiera podido reunir, pero es el resultado de la suma de la mayoría de ellas.

Estas verdades que son casi lugares comunes, nos hacen ver claramente la superioridad del retrato (siempre que esté bien hecho), sobre la mejor de las fotografías, abstrayéndonos de cualquier cuestión de colorido. Razón por la cual los fotógrafos han siempre respondido que los retratos idealmente bien realizados son escasos y costosos, mientras que el producto de su arte está al alcance de todos, y que a igual grado de mediocridad, la fotografía tendrá siempre sobre el retrato la superioridad que le imprime su exactitud documental.

En este análisis teórico de la pose no nos hemos preocupado de la mayor dificultad con que se encuentran los fotógrafos profesionales, saber el gusto y las pretensiones del cliente que paga, consideración que, en la práctica, es primordial sobre cualquier otra.

¿Qué fotógrafo no ha mínimamente pecado por tener espíritu crítico y por observar celosamente todo el entorno que envuelve la reproducción fiel de su persona? Dado que, salvo excepciones, el objetivo no sea mentir.

Cuando se trata de retratos en grupo esta observación es más común. Todas las personas que se han ocupado de fotografía fueron llevadas a realizar, impulsadas por las circunstancias, composiciones familiares, especialmente en el campo y llegaron a hacer, ayudados por su gusto y el asar, hermosas escenas de la vida íntima.

Una regla casi infalible: en el momento de la distribuir las imágenes no se escatimarán elogios para cada uno de los que se encuentran en la foto. Pero dichos elogios, que suponemos sinceros, estarán dirigidos al grupo en general y a todas las personas que se encuentran en escena, como asimismo al interlocutor del momento, cada uno hará alguna crítica ya sea verbal o mental. La crítica girará en torno a la posición del grupo, sobre la luz, la posición de los pies y de las manos, el estado de ánimo en el momento de disparar la cámara, etc., condiciones generales que cada uno encontrará perfectas en los otros pero defectuosas en su persona. Es exactamente lo contrario a lo que expresa el versículo de la Biblia: «ver la paja en el ojo ajeno, no verla en el propio.»

A todas las dificultades inevitables mencionadas anteriormente, el fotógrafo artista debe sumar las condiciones de moda, de formato, de fondo, de tono y especialmente de luz, renovadas año tras año por nuestros artistas de renombre, si nos remontamos a algunos años atrás, cuestiones accesorias que contribuyen a dar un aspecto exótico a una colección de retratos.

El retrato judicial está muy lejos de presentar las mismas complicaciones. El cliente, forzado a ubicarse frente al objetivo no puede especificar sus preferencias, sus gustos, la máxima dificultad desaparece.

El objetivo se convierte en un objetivo único y por consiguiente fácil de analizar: reproducir la imagen con la mayor fidelidad posible. Enfocamos al sujeto de cerca, diciendo: debemos producir una imagen fácil de reconocer, la más fácil de identificar mirando el original.

El problema aquí depende de otro factor: ¿qué día y bajo qué aspecto las personas que deberán pronunciarse sobre nuestra fotografía conocieron a nuestro sujeto? Y lleva a una segunda cuestión: ¿Cuál es el fin que se persigue en la instrucción judicial?¿Se trata de tomar del individuo una especie de impresión que, adjuntada a su filiación y al fichero general, permita reconocerlo muchos años más tarde? Será necesario, evidentemente, ajustarnos a los trazos más exactos del ser humano, consultando a las ciencias naturales y en particular a la antropología.

¿Se trata, por el contrario, de una identificación con el pasado?, dicho de otro modo, nuestra fotografía está destinada a ser cotejada con las fotografías conservadas en los expedientes judiciales y penitenciarios. La solución más simple consistirá, antes de cualquier consideración teórica, en reproducir la pose, la luz, el formato, la escala de reducción en uso en los archivos a los que será enviado nuestro retrato.

En París, en donde los archivos fotográficos se manejan rigurosamente, con reglas idénticas, datan de más de siete años, allí, los retratos fotográficos responden a ese doble fin. Cada retrato, luego de ser utilizados en las investigaciones y de ser confrontados en la colección (con el fin de verificar si el sujeto en cuestión no figura ya bajo otro nombre) es clasificado con vistas al futuro. Pero no se realiza, de igual forma, en todos lados. La policía inglesa, por ejemplo, con la que la policía francesa realiza innumerables intercambios, hace posar a sus acusados de manera sensiblemente distinta manera a la nuestra, etc.

Es decir, se trata de facilitar la instrucción judicial asegurándose el medio para saber si el acusado no fue visto o no es conocido en un determinado sitio por alguna persona; la solución más compleja

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